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"Remesa Republic" de Adán Vallecillo |
Por Allan Núñez
Honduras: país migrante
Nos llevaría
demasiado lejos, rebasando además el objeto de este artículo y los
conocimientos del autor, el dar una descripción detallada del fenómeno
migratorio en Honduras a lo largo y ancho de su historia. Bastará con decir que
Honduras ha sido y sigue siendo un país de migrantes; de migrantes que llegan,
migrantes que se van o migrantes que simplemente cruzan, en tránsito, por el
territorio nacional.
Durante la época
colonial, a la inmigración de los conquistadores europeos le siguió el
desplazamiento forzado de poblaciones africanas que se establecieron en el
litoral norte y que aún hoy permanecen en forma de morenales. Más tarde,
atraídos por el incipiente desarrollo agrícola y comercial generado con la
implantación y auge del enclave bananero, arriban a Honduras los primeros
inmigrantes de origen árabe y judío y que luego se convertirían en la base real
del poder económico local.
Los campos bananeros
también fueron el destino de oleadas de campesinos provenientes de otras
regiones del país que muy pronto quedaron reducidos en obreros agrícolas del
enclave. La historia de este flujo migratorio interno, triste y desgarradora,
está reseñada en un extraordinario cuento de Vicente Cáceres Lara titulado:
“Paludismo”.
El conflicto armado
interno en Centroamérica está lleno de desplazamientos migratorios. En este
contexto, Honduras fue refugio de salvadoreños que huían de su país espantados
por la violencia de la guerra civil, al igual que lo hicieron miles de
nicaragüenses que huían de la dinastía Somoza primero y del triunfo sandinista
después. También llegaron a suelo nacional guatemaltecos, indígenas, víctimas
del acoso y persecución del ejército chapín. Tristemente, nuestro país también
fue el hogar de la contrainsurgencia, el santuario de las bases militares
norteamericanas y de “los contras”.
En un sentido
contrario a la imagen de país refugio, Honduras se fue convirtiendo poco a poco
en un país emisor de sus propios migrantes que abandonaban la patria como una
salida directa a sus graves apremios económicos y laborales. Las políticas
neoliberales que cobraron ímpetu a partir de 1990 contribuyeron a incrementar
la fuga migratoria, tendencia que la naturaleza se encargaría de agudizar tras
el azote del Huracán Mitch en 1998. Finalmente, la firma y puesta en marcha del
DR-CAFTA (siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y República
Dominicana) en 2006, la crisis económica mundial abierta en 2008 y el golpe de
Estado de 2009 dio nuevos estímulos al flujo migratorio de miles y miles de
hombres, mujeres y niños, que huyen del país arruinados por el hambre, la
violencia y la desesperanza social.
Los intelectuales y la migración
Los intelectuales han
sido sensibles al carácter migrante de nuestro país. En el ámbito de la historiografía
merece especial atención el estudio de Rafael Leiva Vivas sobre el tráfico de
esclavos negros a Honduras, como expresión típica de las relaciones
socio-económicas imperantes en el período colonial. Mario Argueta es autor de
“Los alemanes en Honduras” (CEDOH, 1992), un estudio que registra de buena
manera el lugar que estos inmigrantes conquistaron en la estructura comercial
del país. De menor valía académica es el trabajo de Segisfredo Infante “Los
alemanes en el sur” (Edit. Universitaria, 1993). Finalmente, Jorge Amaya, autor
de una impecable saga sobre la presencia judaica, árabe y china en Honduras.
En literatura
encontramos la extensa producción narrativa de Roberto Quesada. Sus novelas
“Big Banana” y “Nunca entres por Miami” constituyen un extraordinario fresco,
escrito en clave irónica, sobre la vida de los indocumentados en la sociedad norteamericana.
El estado hondureño
se limita a ver el fenómeno de la migración desde una perspectiva dual y
restringida: como fuente de remesas familiares que contribuyen a mantener un
relativo equilibrio macroeconómico o como espacio apropiado para captar votos
en el exterior. La primera visión fue denunciada por el artista contemporáneo Adán
Vallecillo en su serie “Remesa Republic” (2009), presentadas en el marco del
proyecto expositivo “Migraciones: mirando al sur”. Sus ensamblajes combinan
lienzos negros y niveles amarillos en referencia directa a los colores
corporativos de Western Union, la mayor empresa remesadora del planeta. El uso
de los niveles no es gratuito en la obra de Vallecillo, esos instrumentos,
consagrados a mantener el equilibrio de los cuerpos en el espacio, aluden al
sentimiento de aparente estabilidad económica que las remesas generan en
nuestra sociedad.
El migrante se va en
busca de trabajo y de salarios en dólares, y esa es la razón de sus
preocupaciones y desvelos. Inserto en el mercado laboral norteamericano, sus
metas y propósitos giran en torno al envío de remesas para ayudar a sus
familiares. Mientras esto ocurre, en Honduras, la sociedad se divide entre
aquellos que reciben remesas y los que no tienen este beneficio. Las
desigualdades sociales se vuelven más evidentes: el paisaje cambia, la casa del
vecino sufre mejoras, cambia su vestimenta y alimentación, y la sana envidia se
convierte en un motivo más para impulsar a nuevos migrantes a recorrer el
camino que ya han recorrido los hijos o parientes de sus vecinos menos
desafortunados. Esta fue quizá la idea central de la exposición “Arquitectura
de remesas” comisariada por el salvadoreño Walterio Iraheta y en el que
participó el artista hondureño Léster Rodríguez.
Gabriel Galeano es
autor de “Frijoles mojados” (BAVH, 2008), una mala pieza cuyo único mérito es
hablar del dilema migratorio. En este recuento no podemos dejar por fuera a
Santos Arzú Quioto. Los títulos de sus proyectos expositivos dan cuenta de su interés por el tema de la
migración, aunque abordado desde una perspectiva más filosófica y, si se
quiere, hasta teológica: “Puntos cardinales” (Bienal Iberoamericana de Lima,
1997), “El exilio y laudes”, “Tiempo, límite y espacio” y “Los errantes”, entre
otros.
Los trabajos que hemos
enumerado tienen una preocupación común, pero orígenes diversos. Fueron
elaborados con el propósito de analizar el fenómeno migratorio en nuestro país desde
diversos ángulos. Historiados, novelistas y artistas visuales no han sido
indiferentes y nos han regalado sus propias interpretaciones del carácter
migrante de Honduras; es sano volver a ellos, hoy que nuevamente entramos en el
mapa contemporáneo de la noticia por la acostumbrada puerta del drama humano
que miles de migrantes hondureños viven en su trayecto hacia los Estados
Unidos.