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"Retrato de viejo campesino". Vincent Van Gogh. |
Por
Allan Núñez.
En
la remota aldea de El Rosario, municipio de Macuelizo, un suceso quebró el
quehacer cotidiano de sus pobladores: ha muerto doña Rosa y hoy las campanas
suenan por ella. La comunidad entera se reúne en el patio de su casa para
velarla. Hay café, tamales, quesadillas, riguas, ticucos con mantequilla,
aguardiente y cigarros para enfrentar la noche. Allí conocí al apesarado don
Cosme, el primero de los nueve hijos de doña Rosa, un humilde campesino dueño
de una pequeña milpa cuyos granos no alcanzan siquiera para el consumo
familiar.
Don
Cosme no emplea la azada. Sus utensilios no son mucho más complicados que el
equipo para extraer raíces que utilizaban en el pasado los recolectores. Se
aferra a un bastón para plantar, con el cual hace agujeros en la tierra para
las semillas y retoños, y que a menudo usa para romper los terrones, y
ocasionalmente una afilada colima para cortar las malas hierbas. Es la mañana
siguiente del entierro de doña Rosa y nuestro campesino suplica al suelo: “te
tragaste a mi viejita, no hagás lo mismo con la cosecha”.
Las
prolongadas sequías que afectan a Honduras, ha puesto de nuevo sobre el tapete
una de las lacras más dolorosas del campo: la extrema vulnerabilidad del
campesinado ante la irregularidad de la lluvia, que se traduce en cosechas
perdidas y, en consecuencia, en hambre.
En Honduras, el fenómeno tiene cifras: más de un millón
de habitantes padecen la crisis alimentaria, de ellas un tercio son niños cuyos
padres difícilmente pueden ofrecerles un plato de comida al día. La producción
de leche se redujo en 800,000 litros, y para los pequeños productores es mejor
vender o destazar la res a que ésta muera por la carencia de pasto y agua. Hay
dos millones menos de quintales de maíz respecto al año anterior y el arroz
vive una de sus peores épocas, en el mercado hace falta medio millón de
quintales de este grano. Poco o nada sobrevive de las hortalizas y legumbres.
Tampoco el café goza de buena salud desde la roya: ante los bajos precios en el
mercado, los productores prefieren que el fruto se pierda, pues el pago de la
corta supera con creces lo obtenido en la venta.
El
panorama no es esperanzador. Estadísticas oficiales confirman que las lluvias
han estado por debajo de la media histórica. También se advierte de la
posibilidad de que el fenómeno El Niño, que en Honduras provoca una disminución
en la frecuencia de las lluvias, se prolongue hasta marzo de 2016. Es decir,
hay una situación de canícula extendida que amenaza con prolongar la seguía y
el hambre de los hondureños. De otro lado, encontramos la ambición de los
grandes empresarios agroindustriales, nacionales y extranjeros, que no
entienden de límites: el Grupo Dinant se apoderó del Valle Aguán y la Azucarera
del Norte (AZUNOSA) hizo lo mismo con el Valle de Sula, a costa del hambre y la
vida de miles de familias campesinas.
El
drama de don Cosme y de millones de campesinos hondureños tiene solución:
impulsar una Reforma Agraria Integral que acabe con el emporio de los
terratenientes, ofrezca acceso a la tierra y a créditos para obtener semilla y
agro-insumos. El gobierno de JOH jamás asumirá ésta tarea, pues él responde a
los intereses de los empresarios, por ello es indispensable acabar también con
él.
Campesinos
y campesinas, destruyamos el latifundio y venzamos al gobierno de JOH, lacayo
del imperialismo y de los empresarios agro-industriales. Por una Reforma
Agraria Integral, apoyemos masivamente la Jornada Nacional de Protesta este
próximo 4 de noviembre.
¡FUERA
EL GOBIERNO DE JOH Y SUS ALIADOS!
¡POR UNA REFORMA AGRARIA INTEGRAL!