En 2013, la gente salió a las calles a manifestarse en contra del
saqueo al IHSS. Estas acciones, lideradas por los antorcheros
indignados, rápidamente se convirtieron en un fenómeno de masas que
empalmó con el cansancio y el hartazgo que la sociedad venia acumulando
después de tantos años de corrupción y podredumbre.
La
solución que proponían los líderes de este movimiento para acabar con la
corrupción se reducía únicamente a reclamar la instalación de la CICIH,
una instancia adscrita a la ONU que emulara lo realizado por la CICIG
en Guatemala. Esa exigencia no fue concedida y en reemplazo la OEA
suscribió con el gobierno de JOH la creación de la MACCIH.
Por
su origen y la forma en que fue creada, los hondureños no podíamos
esperar mucho de la MACCIH. Tras dos años de presencia en el país la
corrupción sigue campeando. Muchos actos deleznables se han cometido sin
que los enviados de la OEA alzaran la voz, lo que demuestra que este
organismo del imperialismo tampoco está dispuesto a combatir la
corrupción. Peor aún, queda la sensación de que las escasas veces que la
MACCIH actuó lo hizo con el propósito de desviar la atención frente a
problemas urgentes de la realidad nacional, como fue el fraude
electoral.
Todo lo anterior demuestra que fue un error
confiar en la OEA, que este es un organismo al servicio del imperialismo
y que como tal colabora en el sostenimiento del gobierno de JOH.
Misiones de esta naturaleza no resolverán nuestros males de país, por el
contrario, los agudizarán. Para combatir la corrupción el primer paso a
dar es el derrocamiento del actual gobierno, eso solo se logra
organizándose y luchando.